"La casa de las bellas durmientes", Yasunari Kawabata

  • Título original: 眠れる美女, Nemureru bijo
  • Autor: Yasunari Kawabata
  • Traducción: M. C. 
  • Género: Narrativa, novela
  • Editorial: Austral
  • ISBN: 978-8496580886

 
No tenía pensado hacer reseña de esta novela, porque no sé muy bien cómo expresar los sentimientos encontrados que me provoca, pero intentaré entenderme y hacerme entender.

¿Qué es “La casa de las bellas durmientes”? No deja de ser un prostíbulo japonés, pero tiene características especiales e inquietantes. La clientela de esta casa son hombres ancianos que “han dejado de ser hombres”, las chicas que allí trabajan (y no digo chicas por infantilizar, es que son realmente muy jóvenes) pasan toda la noche dormidas debido a cierta “medicina” que se les administra. Los clientes tienen normas muy claras: la penetración no va a ser posible ya que fisiológicamente han perdido esa capacidad, pero tampoco pueden llevarla a cabo por otros medios, ni lastimarlas de ningún modo, ni hacer “nada de mal gusto”. Lo que limita esas noches a dormir junto a ellas y a los toqueteos varios que podamos imaginar.

Supongo que hasta aquí entenderéis mi incomodidad y lo difícil que me ha resultado contextualizar la obra en el tiempo y el espacio para dejar al margen las gafas violetas con las que leo todo.

Pero luego están las formas y el fondo de esta historia… Aún siendo consciente de la cantidad de profundidad y musicalidad que se ha perdido en el cambio de idioma (del japonés al castellano) y de las metáforas que me he perdido precisamente por esa espiritualidad característica de la literatura oriental con la que no estoy nada familiarizada, la prosa me ha parecido una delicia. Es una historia cargada de erotismo sutil y que básicamente nos va a hacer pensar en la vida y la muerte, en las pasiones humanas, las culpas, la negación de la decrepitud que trae el tiempo y la necesidad de resistirse a “no sentir”. Las constantes referencias a la naturaleza, no solo como atrezo sino como parte de esas metáforas que os comentaba, me han parecido bellísimas.

El papel que representa la "madame" de la casa me parece impresionante. Está como en la sombra, parece no pintar nada, pero entre líneas se puede sacar mucho jugo de su presencia, su descripción y sus intervenciones.

Al final “las bellas durmientes” transcienden de su papel de prostitutas al de confidentes silenciosas que “dormidas y mudas, decían lo que los ancianos deseaban” porque “para los ancianos que pagaban este dinero, dormir junto a semejante muchacha era una felicidad fuera de este mundo” que les haría evocar tiempos mejores y a las mujeres de su vida sin pasar por la vergüenza de que unos ojos jóvenes los vieran sin su virilidad pasada.

Sigo sin ser capaz de quitarme de la cabeza la parte de esa utilización del cuerpo femenino para disfrute y goce del masculino, y encima en una situación tan de suma desventaja, pero tampoco puedo omitir lo sugerente de la “moraleja” ni la preciosa manera de escribir de Kawabata.


Comentarios

  1. Las gafas violetas no nos permiten evaluar bien ciertas obras clásicas o con ciertos años a las espaldas. En los últimos meses he descalificado varias películas de la época dorada de Hollywood precisamente por ser incapaz de quitármelas. Y no me parece justo, pero es lo que hay. A esta novela le tengo ganas desde hace tiempo, veremos si no cae pronto. Y entonces te diré si me he dejado las gafas puestas o no. :)

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    1. Me encantará saber tu opinión, de verdad que sí. ¡Gracias!

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    2. Muchas obras artísticas han de ser evaluadas en su contexto. Algunas sólo cobran sentido con él. Estoy pensando en cine o literatura y, sospechando que no son las únicas, pienso en la pintura. Tal vez por ser "menos accesible" suele valorarse siempre en su contexto.
      Si dejamos aparte el contexto y nos ponemos las gafas, ¿cómo podremos leer, por ejemplo, la primera parte de De parte de la princesa muerta?

      En fin, que divago. Dicho lo del contexto, el propósito de un autor puede set hacernos sentir miedo, asco, vergüenza ajena. En su capacidad para hacerlo radica su calidad, no siempre en lo que nos provocan. O, dejando a cada lector su sensación, de ser capaz de aportar su mirada a lo narrado.
      En este caso, mi impresión es de que los clientes están muy lejos del cliente de prostíbulo habitual. Seguramente sabemos de lo que piensan y sienten, tal vez de la historia de alguno de ellos. ¿Puede uno sentir ternura por ellos, sabiendo que pagan por dormir acompañados?
      Tal vez sepamos también de la historia del lugar, de la madame, de las propias chicas.
      Voy a dar un salto mortal. ¿Cómo cambiaría la historia (y la percepción) si la tal casa fuera una ONG? ¿Sería concebible?

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