"Un nublao de tiniebla y pedernal", Miguel Ángel Gónzalez

  • Título: Un nublao de tiniebla y pedernal
  • Autor: Miguel Ángel González
  • Género: Narrativa, novela
  • Editorial: Comba
  • ISBN: 978-8412223286

Es lo mismo que un nublao
De tiniebla y pedernal

Es un potro desbocado
Que no sabe dónde va
Es un desierto de arena -pena-
Es mi gloria en un penal
¡Ay, pena! ¡Ay, pena!
¡Ay, pena, penita, pena!

Mi abuela cantaba este “Ay, pena, penita, pena” por Lola Flores mientras que, aunque tenía lavadora, lavaba a mano en una pila del patio de su casa la ropa que no le confiaba a la “máquina esa del demonio”. Quizá lo hacía porque, antes de tener lavadora, antes incluso de tener una casa en el pueblo, vivía en el campo y lavaba en el río. Quizá no quería dejar marchar del todo los recuerdos que conservaba de aquellos años, o quizá sabía que tarde o temprano los olvidaría y no quería ponérselo fácil al olvido.

Mi abuela tenía varios nietos que llamábamos a sus hermanos (a los de ella) ‘tíos’ y a los hijos de éstos ‘primos’, aunque no fueran esos los parentescos que nos tocaban. Mis primos y yo, los nietos de mi abuela, celebrábamos las navidades en su casa y era la fiesta que más nos gustaba de todas las del año. Cante, baile, comida (hasta ponernos malos) y bebida (hasta ponerse malos los mayores) que siempre acababan con llantos infantiles porque queríamos seguir viendo los programas de nochevieja de La Primera y nunca nos parecía justo que nos mandaran a la cama, más injusto aún cuando desde nuestras camas escuchábamos cómo nuestros abuelos, padres, tíos (los que eran tíos y los que no) continuaban con la fiesta y sus karaokes sin micrófonos ni pantallas donde seguir las letras.

Y por qué os cuento todo esto, diréis… pues porque en esta novela de Miguel Ángel González muchas son las referencias que han conseguido que retroceda a mi pasado y me acuerde de mi abuela especialmente. Estas referencias en forma de personajes públicos, canciones, programas de televisión, etc. han convertido esta historia en algo completamente real y posible en mi cabeza. Y también os lo cuento porque en sus anécdotas familiares he encontrado algunas similitudes con las mías.

En Un nublao de tiniebla y pedernal tenemos a un narrador que nos va a relatar, a través de recuerdos fragmentados pero perfectamente hilados, la vida (y hasta la muerte) de una familia en la que “siempre parece que vayamos a morirnos en un determinado momento, pero al final no lo hacemos y luego nos morimos cuando nadie se lo espera”. Una familia que “no sabe beber despacio”, como tampoco sabe vivir despacio. Una familia que tenía suerte hasta que dejaba de tenerla. Vamos a conocer infinidad de detalles de las vidas de una treintena de familiares, y esos detalles nos los va a contar de una manera tan tierna, tan dulce, que incluso las penas nos van a saber a azúcar.  Me he enamorado de cada uno de ellos, están magistralmente construidos y es imposible no empatizar con ellos. También hay lugar para los amigos en esta novela. Amigos que todos hemos tenido y algunos de los que hemos perdido.

Algo que me ha gustado muchísimo es la estructura del libro. No hay capítulos, pero la narración está fragmentada en párrafos independientes de diferentes longitudes: desde una página hasta unas cuantas palabras. Todos estos párrafos actúan como microrrelatos, pero al mismo tiempo enlazan con el anterior y con el siguiente consiguiendo una composición perfectamente engranada.

Devoré este libro en poco más de 24h, me resultaba imposible soltarlo, desprenderme de esos personajes entrañables y de las sonrisas (y hasta carcajadas) que me provocaban cada dos por tres. Me negaba a salir de esa historia que tan buen rollo me estaba haciendo sentir. Con gusto hubiera leído 200 páginas más, treinta familiares más. Miguel Ángel hace alarde de una prosa amable y con un gran sentido del humor incluso en los fragmentos en los que lo que se nos narra son desdichas.

Una novela coral de nostalgias y recuerdos. Del valor de los recuerdos y el valor de la familia (de la familia de verdad). Decir que me ha gustado sería quedarme corta y no se me ocurre la manera en que le puedo hacer justicia como no sea recomendando encarecidamente su lectura. Hacéos un favor: leedla, os vais a enamorar.

 


Comentarios

  1. Solo con ver la foto de Manolo Escobar unido a lo que has contado en tu reseña, mi mente se va a mi pasado, a los recuerdos de mi abuela con su cuñada, es decir, mi tía abuela, pero al final tía a secas. Las dos superfans, enamoradas de ese hombre que a mí no me dice nada (al contrario :S) y dispuestas a dejarlo todo por darle hijos si la situación y el destino lo permitiera. Lo mejor de todo es que probablemente yo sea la única de la familia que sepa esa anécdota. :D

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    1. Haz por leerlo, de verdad, es una maravilla. Gracias por compartir la anécdota secreta de la familia ;P

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    2. Has leído mi reseña y has podido comprobar que coincidimos en todo. Hasta he usado vocabulario parecido para referirme a él (amable), aunque pensaba en mi antigua librera porque no recordaba esta entrada para nada. Lo leí porque Filo me lo dejó y cuando se lo devolví me dijo que se había acordado de que me había interesado por él.
      Curiosamente, al leerlo (como digo, sin acordarme de tu entrada y aun menos de lo que había comentado en ella) volví a recordar a mi abuela y a mi tía loquitas por Manolo Escobar. XD
      A mí también me encantó y también lo recomiendo encarecidamente.
      Un abrazo.

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  2. Me la compré después de leer esta reseña... y mil gracias, Vero, por esta recomendación. Me está gustando muchísimo. Creo que todas las familias somos muy parecidas en el fondo, porque yo también asocio muchísimos de esos recuerdos a los míos. Mi abuela también era fan de Manolo Escobar, así que entiendo a Cocodras, jajaja.
    Una delicia, y eso que se me hace extraño esa ausencia de capítulos... qué familia más peculiar y qué cariño les coges a todos.

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