"La casa del tiempo", Laura Mancinelli
- Título original: La casa del tempo
- Autora: Laura Mancinelli (1993)
- Traducción al castellano: Natalia Zarco
- Género: Novela
- Edotorial: Periférica (2021)
- ISBN: 978-8418264894
Orlando
hace mucho tiempo que abandonó su pequeño pueblo natal. En parte porque
se fue siendo muy niño y en parte para luchar contra la infelicidad que
le supuso su marcha, hay muchas cosas que ha olvidado y otras que ni
siquiera sabía de su aldea y sus habitantes.
Ahora es un
reconocido pintor que pasa por una etapa de hastío y vacío. En una de
las visitas al pueblo para arreglar unos papeles se sorprende a si mismo
comprando la casa que fue de su maestra, donde tantos días pasó no solo
aprendiendo, sino compartiendo experiencias vitales con ella y los
demás niños del pueblo. La lucha interior de Orlando entre el amor por
sus raíces y el no querer volver a ellas es algo que está muy bien
tratado y retratado, la novela tiene una gran dosis de intimismo y
existencialismo. Los flashbacks que se suceden durante toda la novela en
los pensamientos de Orlando, no solo nos van a meter a nosotras de
lleno en la historia, sino que harán que él encuentre lo que necesita:
las respuestas y la salida para superar el momento presente.
La
acción se desarrolla en la campiña italiana y la naturaleza tiene un
gran peso en la narración. La casa también es un personaje más, un
personaje con vida propia que añade a la historia el grado justo de
misterio. El título del libro me parece de lo más apropiado, ya que es a
través de (o gracias a) la casa, que se van desvelando misterios no
solo de Orlando, su infancia y su estado vital actual, sino de la propia
maestra y del vínculo emocional que unía a ambos.
Es una lectura
que me ha gustado muchísimo y que me ha inspirado mucha ternura. Sin
duda tiene una clara moraleja vitalista, pero en ningún momento se me ha
hecho pesada ni “noña”, ya que la manera de escribir de la autora es
una auténtica preciosidad con una calidad y delicadeza admirables. Los
capítulos cortos le dan una velocidad justa. La narración en tercera
persona, lejos de hacerla impersonal, convierten esta historia en algo
muy íntimo.
Mención especial a la traducción de Natalia Zarco, no he sentido que la obra haya perdido nada de fuerza.
"Era cierto que él se había marchado del pueblo siendo muy pequeño y prácticamente no había vuelto. Placido, en cambio, no se había movido de allí, de sus mesas en la fonda; y las mesas de la fonda de un pueblo son como el confesionario: allí se sabe todo, se comenta todo, se habla, se cuchichea, se insinúa. Verdades y sospechas, mentiras, suposiciones... todo lo que sucede y lo que no sucede".
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